lunes, 30 de noviembre de 2009

Frei, la ciudad feliz

Dicen que hace un tiempo hubo una persona que estaba cansado de vivir bajo las obligaciones laborales, bajo las responsabilidades que uno tiene en la vida, que aunque uno no sepa bien por qué, las tiene igual. Entonces esta persona tuvo una idea, una brillante idea, a su parecer, y decidió realizar un viaje, pero no cualquier viaje, sino uno que marcaría su vida, y quién sabe, la historia de la humanidad. Así fue como esta persona viajó a la ciudad de Frei en busca de libertad, paz, gozo, alegría y, por qué no también, amor. Igualmente esto no fue nada fácil para dicha persona, porque, aunque se encontrara cansada de las obligaciones y de las responsabilidades de la vida, ya se había acostumbrado involuntariamente a vivir de esa manera, y era difícil abandonarlo todo. Entonces en ese momento se plantó frente al espejo, se miró y se preguntó a sí misma: “¿Qué es lo que quieres para tu vida?”; su respuesta fue: “una vida alejada de lo que no sé quién quiere para la humanidad”. Esa misma tarde guardó todas sus cosas en una mochila (no eran muchas sus pertenencias), y partió hacia la ciudad que la esperaría con las puertas abiertas; era ese el pasaporte a la felicidad.Al llegar a Frei lo primero que hizo fue buscar al alcalde de la ciudad, y cuando lo encontró le comentó por qué había decidido ir a vivir a su ciudad. El alcalde, contento por la decisión que esta persona había tomado, le ofreció un apartamento para que se instalase a vivir allí.Así fue como esta persona vivió feliz el resto de su vida, porque allí se autoabastecían los habitantes mismos, eran ellos los encargados de hacer todo, y por esto, no tenían contacto con habitantes de otras ciudades. Vivió 104 años esta persona, una barbaridad; ahora yo me pregunto, hasta cuánto llega la imaginación de un niño, ¿no les parece?