La historia cuenta la vida de Carlos Oviedo, un viejo publicista de la ciudad de Rosario, que ya hacía veinte años se encontraba en el mundo de la publicidad argentina, pero que sin embargo su vida había resultado todo un fracaso.
El viejo Carlitos, como le decían sus allegados, se levantaba todos los días a las seis de la mañana, calentaba agua en un jarro que tenía mas años que él y se preparaba un café bien fuerte i amargo como su propia vida. Él decía que lo que tenía ya no era vida. Su esposa lo había abandonado cuando sus hijos aún eran pequeños y tuvo que cumplir el rol de madre y padre a la vez. A todo esto, en la agencia de publicidad no pagaban bien así que este pobre hombre se lo podía considerar un infeliz más del mundo.
Pero no conforme con su vida Carlitos comenzó a tratar de cambiarla, pero no hallaba el modo. Probó de todo y nada resultaba conformarlo. Una noche de verano salió al patio de su casa y con una soga intentó quitarse la vida. No pudo lograr su cometido, como la soga era muy vieja, se cortó y Carlos se quedó con las ganas de ver el otro mundo. Pobre infeliz, ni matarse le salía.
Incompleto...
El viejo Carlitos, como le decían sus allegados, se levantaba todos los días a las seis de la mañana, calentaba agua en un jarro que tenía mas años que él y se preparaba un café bien fuerte i amargo como su propia vida. Él decía que lo que tenía ya no era vida. Su esposa lo había abandonado cuando sus hijos aún eran pequeños y tuvo que cumplir el rol de madre y padre a la vez. A todo esto, en la agencia de publicidad no pagaban bien así que este pobre hombre se lo podía considerar un infeliz más del mundo.
Pero no conforme con su vida Carlitos comenzó a tratar de cambiarla, pero no hallaba el modo. Probó de todo y nada resultaba conformarlo. Una noche de verano salió al patio de su casa y con una soga intentó quitarse la vida. No pudo lograr su cometido, como la soga era muy vieja, se cortó y Carlos se quedó con las ganas de ver el otro mundo. Pobre infeliz, ni matarse le salía.
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